Si hacéis click en la imagen, podréis verla más ampliada.
No obstante, lo transcribo para que podáis leerlo más fácilmente:
"Las reminiscencias de mi memoria solo abarcaban el tramo en el que luché contra la corriente en un esfuerzo sobrehumano hasta llegar a la orilla.
No sentí el frío del mar, solo un cosquilleo extraño en la punta de los
dedos. Estaba desorientado y aquella neblinosa amnesia no ayudaba demasiado a
guiar mis pasos.
Fue entonces cuando la vi.
Una mansión en los límites de un acantilado, realmente antigua; un coloso
de madera que observaba cada uno de mis movimientos. Me dirigí hasta allí con
la esperanza de encontrar a alguien que pudiera ayudarme.
La enorme puerta emitió un quejido que me hizo estremecer.
La oscuridad del interior me abrumó y tuve que entrecerrar los ojos para
acostumbrarme a ella. Súbitamente, la lumbre de la chimenea se encendió ante mi
sorpresa. No me cuestioné cómo había ocurrido. Permanecí ante el calor unos
minutos en los que me dediqué a contemplar cuanto me rodeaba. La decoración era
inexistente: únicamente un reloj de pared marcaba los minutos con un sonido
preciso, y fijándome en él, descubrí que sus agujas marcaban las horas en el
sentido contrario.
Con una punzada de curiosidad, me dispuse a deambular por el interior de la
deshabitada mansión.
El tenebroso pasillo superior se hallaba repleto de enormes espejos. Sin
saber por qué, tragué saliva y avancé con cierto titubeo.
Repentinamente, las distinguí. Al principio solo fueron una fugaz sombra,
pero al girarme observé cómo los espejos no me devolvían mi propio reflejo,
sino el de personas caminando. De pronto, el miedo se asentó en mi corazón
junto con una terrible oleada de adrenalina que me ascendió hasta la garganta.
Una de aquellas figuras, se detuvo frente a mí y me sonrió. El pánico comenzó a
pincharme en el pecho, pero por alguna razón, no huí. Mi vista estaba fija en
aquellos desconocidos que pasaban ante mis ojos como espectros sonrientes.
Tras avanzar unos pasos más, me encontré en una gran sala rodeada por
espejos. Me situé frente a uno y ahogué un grito al verme en su refracción a mí
mismo conduciendo un coche que se precipitaba al vacío…
El reloj resonó con fuerza dando las seis y media.
De pronto, aquellas personas atravesaron todos los espejos en una imagen
imposible.
Una joven se aproximó hasta mí y me susurró con una voz hecha de ecos:
- Bienvenido a la dimensión de las almas".
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