miércoles, 20 de julio de 2011

Reflejos

Hoy en el periódico El Heraldo de Aragón aparece publicado un relato corto mío en la sección Cuenta Cuentos.
Si hacéis click en la imagen, podréis verla más ampliada.
No obstante, lo transcribo para que podáis leerlo más fácilmente:

"Las reminiscencias de mi memoria solo abarcaban el tramo en el que luché contra la corriente en un esfuerzo sobrehumano hasta llegar a la orilla.
No sentí el frío del mar, solo un cosquilleo extraño en la punta de los dedos. Estaba desorientado y aquella neblinosa amnesia no ayudaba demasiado a guiar mis pasos.
Fue entonces cuando la vi.
Una mansión en los límites de un acantilado, realmente antigua; un coloso de madera que observaba cada uno de mis movimientos. Me dirigí hasta allí con la esperanza de encontrar a alguien que pudiera ayudarme.
La enorme puerta emitió un quejido que me hizo estremecer.
La oscuridad del interior me abrumó y tuve que entrecerrar los ojos para acostumbrarme a ella. Súbitamente, la lumbre de la chimenea se encendió ante mi sorpresa. No me cuestioné cómo había ocurrido. Permanecí ante el calor unos minutos en los que me dediqué a contemplar cuanto me rodeaba. La decoración era inexistente: únicamente un reloj de pared marcaba los minutos con un sonido preciso, y fijándome en él, descubrí que sus agujas marcaban las horas en el sentido contrario.
Con una punzada de curiosidad, me dispuse a deambular por el interior de la deshabitada mansión.
El tenebroso pasillo superior se hallaba repleto de enormes espejos. Sin saber por qué, tragué saliva y avancé con cierto titubeo.
Repentinamente, las distinguí. Al principio solo fueron una fugaz sombra, pero al girarme observé cómo los espejos no me devolvían mi propio reflejo, sino el de personas caminando. De pronto, el miedo se asentó en mi corazón junto con una terrible oleada de adrenalina que me ascendió hasta la garganta. Una de aquellas figuras, se detuvo frente a mí y me sonrió. El pánico comenzó a pincharme en el pecho, pero por alguna razón, no huí. Mi vista estaba fija en aquellos desconocidos que pasaban ante mis ojos como espectros sonrientes.
Tras avanzar unos pasos más, me encontré en una gran sala rodeada por espejos. Me situé frente a uno y ahogué un grito al verme en su refracción a mí mismo conduciendo un coche que se precipitaba al vacío…
El reloj resonó con fuerza dando las seis y media.
De pronto, aquellas personas atravesaron todos los espejos en una imagen imposible.
Una joven se aproximó hasta mí y me susurró con una voz hecha de ecos:
- Bienvenido a la dimensión de las almas".

No hay comentarios:

Publicar un comentario